lunes, 12 de abril de 2010




Estoy en alguno de esos días en los que mi espíritu pesa más que mi cuerpo. Incierto estado de ánimo que produce un malestar sutil, difuso.
me di cuenta de que extravie mi impulso, esé que consigue que me levante con ganas de trabajar, de escribir, incluso de hablar; el que impide cotidianidad devore la magia de mi ilusión, el que me hace levantar del suelo y no me transforme en un ser invertebrado y reptante arrastrándome por un mundo que me queda grande, el que me lleva a la lucha cuando decido cobijarme en mi íntima cobardia, el que acciona los botones que activan mi mente, el que me devuelve a la cordura en los momentos de alienante angustia.El impulso que recompone mi yo desde los rotos pedazos que el dolor origina en mi alma oscurecida; que me hace reaccionar ante la autodejadez, dejándome resbalar por el patético agujero de la falta de la propia estima, del desamor personal.
lo busco incesantemente, con urgencia, porque su ausencia me lleva la nada absoluta. Puedo buscar otro punto de apoyo y conseguir reconstruirme, pero, si lo consigo, ¿cómo voy a mantenerme?.

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